...El joven mago dio innumerables vueltas en su incómodo lecho, incapaz de conciliar el sueño. Y cuando lo estaba consiguien alguien aporreó la puerta con fuerza. El corazón se puso a mil por hora, se levantó en el momento en que el visitante misterioso golpeó la puerta con tanta fuerza que la arrancó de sus goznes.
-¿Qué quereis?- preguntó Darusor asuistado.--
-Sois un mago muy buscado jovencito- contestó el visitante, uno de aquellos bárbaros, alto delgado, mejor aseado que la media y con cierta nobleza bajo su ropa innoble, compuesta por pieles mal confeccionadas un pantalón de malla y un casco abollado.
-¡Insisto! ¿Qué quereis?
-Salvaros la vida muchacho. No sé quien sois, ni por qué sois tan importante pero debéis acompañarme.
-¡No os entiendo bárbaro!
- Hay una vampiresa preguntando por vos abajo en la taberna. El tabernero no se ha dado cuenta de su condición, pero yo si. Algo quiere de vos, los vampiros no se rebajan a hablar con la chusma si no es por una mala razón. ¡Vestíos! No tenemos toda la noche.
Darusor, que se había acostado vestido por si tenía que huir cogió su capa y sus cosas y acompañó al desconocido a la ventana. Era consciente de que podía ser una trampa, pero en el fondo confíaba en aquel hombre. Además la historia de la vampiresa era coherente con los sucesos del castillo.
Mientras, muy lejos de alli, en los densos bosques del norte tenía lugar una peculiar reaunión. Uno de los árboles ancianos miraba con su habitual tranquilidad y su aire reflexivo a Ylthina, el hada que eludió la muerte.
-Siento mucha tristeza en ti. Casi desesperanza.
-He fallado maestro. Encontré al héroe de la profecía y le perdí. Se entregó a una no-muerta y ahora es uno de ellos..
-La profecía dices. Las profecías no existen. Cada uno es dueño de su propio destino.
-Pero era el héroe señor. Tocó al unicornio.
-En mil años nadie lo había conseguido y en un día lo consiguen dos- indicó el árbol.
-Yo...yo también le toqué. Yo también he pasado la prueba. Pero yo no soy el héroe.
-Eso no lo sabes. Tocaste al unicornio, estás compartiendo sabiduría con los árboles venerables...
-...¡Pero yo no puedo encontrar al dragón esmeralda!
- Esa es la prueba que te falta. Eres dueña de tu destino. Sabes donde debes ir, sólo te queda decidir si irás. Mi pequeña Ylthana, tal vez no interprestate bien la profecía.
La paciencia infinita es una de las mejores virtudes de la muerte. Los acontecimientos seguían un curso favorable a sus designios. Sandro hubiera estado satisfecho de haber podido tener sentimientos. Lucretia estaba sobre la pista de Darusor. Tatiana, la nueva vampiresa, había atraído a Sir Krall a sus filas. Lord Karkes masacraba a su propio pueblo, con su ejército humano, incrementando cada día más el ejército oculto de los no-muertos. Pronto llegaría el momento de avanzar un poco más en su estrategia...
-¿Qué quereis?- preguntó Darusor asuistado.--
-Sois un mago muy buscado jovencito- contestó el visitante, uno de aquellos bárbaros, alto delgado, mejor aseado que la media y con cierta nobleza bajo su ropa innoble, compuesta por pieles mal confeccionadas un pantalón de malla y un casco abollado.
-¡Insisto! ¿Qué quereis?
-Salvaros la vida muchacho. No sé quien sois, ni por qué sois tan importante pero debéis acompañarme.
-¡No os entiendo bárbaro!
- Hay una vampiresa preguntando por vos abajo en la taberna. El tabernero no se ha dado cuenta de su condición, pero yo si. Algo quiere de vos, los vampiros no se rebajan a hablar con la chusma si no es por una mala razón. ¡Vestíos! No tenemos toda la noche.
Darusor, que se había acostado vestido por si tenía que huir cogió su capa y sus cosas y acompañó al desconocido a la ventana. Era consciente de que podía ser una trampa, pero en el fondo confíaba en aquel hombre. Además la historia de la vampiresa era coherente con los sucesos del castillo.
Mientras, muy lejos de alli, en los densos bosques del norte tenía lugar una peculiar reaunión. Uno de los árboles ancianos miraba con su habitual tranquilidad y su aire reflexivo a Ylthina, el hada que eludió la muerte.
-Siento mucha tristeza en ti. Casi desesperanza.
-He fallado maestro. Encontré al héroe de la profecía y le perdí. Se entregó a una no-muerta y ahora es uno de ellos..
-La profecía dices. Las profecías no existen. Cada uno es dueño de su propio destino.
-Pero era el héroe señor. Tocó al unicornio.
-En mil años nadie lo había conseguido y en un día lo consiguen dos- indicó el árbol.
-Yo...yo también le toqué. Yo también he pasado la prueba. Pero yo no soy el héroe.
-Eso no lo sabes. Tocaste al unicornio, estás compartiendo sabiduría con los árboles venerables...
-...¡Pero yo no puedo encontrar al dragón esmeralda!
- Esa es la prueba que te falta. Eres dueña de tu destino. Sabes donde debes ir, sólo te queda decidir si irás. Mi pequeña Ylthana, tal vez no interprestate bien la profecía.
La paciencia infinita es una de las mejores virtudes de la muerte. Los acontecimientos seguían un curso favorable a sus designios. Sandro hubiera estado satisfecho de haber podido tener sentimientos. Lucretia estaba sobre la pista de Darusor. Tatiana, la nueva vampiresa, había atraído a Sir Krall a sus filas. Lord Karkes masacraba a su propio pueblo, con su ejército humano, incrementando cada día más el ejército oculto de los no-muertos. Pronto llegaría el momento de avanzar un poco más en su estrategia...